...entendiendo la necesidad de un bastón para el corazón...

sábado, 20 de marzo de 2010

En unas horas (la chica del bastón)



En unas horas, mi vida entró por mi nariz;

pero no logró endurecer mi corazón.

En unos minutos mi alma se desvistió,

salió a pasear por tu jardín

y a los golpes encontró un viejo bastón

que dejaste bajo un árbol para mí.


Lo tomé y me dirigí a lo más profundo

de las montañas de tu tiempo.

Eran tan frías y oscuras como mis días,

pero un fuego me envolvía

y me dijiste que todo esto no era tan trágico.


Cité unas palabras que oí en algún camino:

el tiempo no cura nada,

el tiempo no es un doctor.

Y reíste, y lamiste mis heridas,

y te oí decir cuanto sabemos

acerca de sobrevivir.


Encendemos otro cigarrillo,

mientras un perro y el sol,

y una brisa de oscuridad

comenzaban a merodear

alrededor de nuestras tibias sombras.


Luego la despedida, el viaje de regreso,

recomenzar el día intentando percibir

si la fragilidad de mi cuerpo

era mayor a la de mi mente.

Por obvias razones

no logro recordarlo.


Sin embargo, hoy escucho

el eco de tus manos en mis ojos;

y esta hoja se mancha con mi sangre

y el veneno que expulsan mis manos.

Mi mente se aclara y mis ojos se abren,

acarician lentamente tu cuerpo

y consigo volcarme en un sueño

profundo y eterno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario