IV
La Casa-Estudio se asoma al mar.
Allí desembarca con sus ventanales. Marcelo incendia el lugar. Al entrar siento
su mirada, su piel, sus labios; la magia y la potencia voluptuosa de su trópico.
Algo dentro mío empieza a modificar su ritmo. Sus gestos, sus palabras anuncian
tormentas, huracanes. Allí voy con mi carpeta. Él bebe cerveza. Suma un plato con
maní. Silencio. Me mira. Lo veo mirar. Me pide el guión y lee. Saborea las
palabras. Se excita. Marcelo juega con las hojas en sus dedos. Sus labios
modulan cada frase en silencio. Su cuerpo sigue el compás de mi relato.
Cerveza. Suspenso. La pausa es infinita. Estoy por entrar en un abismo y mis
manos bordean la pana del sofá. Cristina, dónde estás. Marcelo vuelve a leer de
principio a fin. No lo soporto. Cristina vení. Levanta la vista y veo en sus
ojos el mar que se desborda. Pretexto jaqueca. Taxi.
V
Pasaron
muchos días. Van gastándose mis zapatos en un ida y vuelta hacia el mar. Voy en
busca de consuelo, de inspiración, no lo sé. Los silencios de Marcelo, los
silencios de Cristina, todos los silencios comienzan a hacerse falta de aire,
de vida; casi no respiro. Pienso en el abandono, en la capitulación. No puedo esperar
más. Se acaba el deseo. No puedo pensar, no me permito sentirlo. Otra vez me
entierro en la soledad del final. Veo el inicio del derrumbe, me ciego. Apocalipsis.
Ahora. ¡Ya!
Todavía es de mañana. Fue una noche
muy larga, quizás la noche más larga del año. Desde el bar puedo divisar la
playa. Fumo y T. S. Eliot sigue sobre la mesa en su Asesinato en la Catedral.
Permanezco inmóvil. Veo la figura de Marcelo recortándose en la puerta y su anónimo
ejército de glamour rodeándolo. Me abraza y percibo su mirada nuevamente
ardiente.
—
La historia tiene mucha potencia, mucha luz. Conseguí el dinero para filmar y quiero
que comencemos mañana mismo en mi casa. Te espero.
Marcelo se va sin dejar lugar a mi
respuesta. Tiene el control. Vuelvo a casa y Cristina sigue en silencio. Mi
asombro me mantiene sumergido debajo de cualquier palabra. Otra vez Morrisey
mientras preparo el mate y me tumbo en la hamaca y la imaginación se mezcla en
la ansiedad del sueño.
VI
Todo se encuentra en el
lugar preciso al entrar a la Casa-Estudio. Como sometido a un orden superior,
se respeta cada línea del libro que entregué. Acción. Con goce intenso veo
fluir una escena tras otra. Preparo gin tónic y veo manos, veo rostros, veo el
juego que se inicia y no se detiene. Puedo observarlo todo, moldearlo todo,
destruir cada cosa que se crea y formar mundos de belleza inigualable. De
pronto mi ojo se detiene en la unidad que forman Marcelo y Cristina, ya no
recreando sino creando algo que se me presenta ajeno. Son sus miradas, sus
palabras, sus movimientos los que trazan eso que no podía ver, que se me
ocultaba, eclipsado por la dirección que le imponía a la realidad. Otra vez el
abismo, mis manos se disuelven, me veo caminando rumbo al mar y allí, tendido
entre las piedras, estoy listo para el fin.