...entendiendo la necesidad de un bastón para el corazón...

jueves, 6 de septiembre de 2012

Salvador (2º Parte)




IV

            La Casa-Estudio se asoma al mar. Allí desembarca con sus ventanales. Marcelo incendia el lugar. Al entrar siento su mirada, su piel, sus labios; la magia y la potencia voluptuosa de su trópico. Algo dentro mío empieza a modificar su ritmo. Sus gestos, sus palabras anuncian tormentas, huracanes. Allí voy con mi carpeta. Él bebe cerveza. Suma un plato con maní. Silencio. Me mira. Lo veo mirar. Me pide el guión y lee. Saborea las palabras. Se excita. Marcelo juega con las hojas en sus dedos. Sus labios modulan cada frase en silencio. Su cuerpo sigue el compás de mi relato. Cerveza. Suspenso. La pausa es infinita. Estoy por entrar en un abismo y mis manos bordean la pana del sofá. Cristina, dónde estás. Marcelo vuelve a leer de principio a fin. No lo soporto. Cristina vení. Levanta la vista y veo en sus ojos el mar que se desborda. Pretexto jaqueca. Taxi.

V

Pasaron muchos días. Van gastándose mis zapatos en un ida y vuelta hacia el mar. Voy en busca de consuelo, de inspiración, no lo sé. Los silencios de Marcelo, los silencios de Cristina, todos los silencios comienzan a hacerse falta de aire, de vida; casi no respiro. Pienso en el abandono, en la capitulación. No puedo esperar más. Se acaba el deseo. No puedo pensar, no me permito sentirlo. Otra vez me entierro en la soledad del final. Veo el inicio del derrumbe, me ciego. Apocalipsis. Ahora. ¡Ya!
            Todavía es de mañana. Fue una noche muy larga, quizás la noche más larga del año. Desde el bar puedo divisar la playa. Fumo y T. S. Eliot sigue sobre la mesa en su Asesinato en la Catedral. Permanezco inmóvil. Veo la figura de Marcelo recortándose en la puerta y su anónimo ejército de glamour rodeándolo. Me abraza y percibo su mirada nuevamente ardiente.
— La historia tiene mucha potencia, mucha luz. Conseguí el dinero para filmar y quiero que comencemos mañana mismo en mi casa. Te espero.
            Marcelo se va sin dejar lugar a mi respuesta. Tiene el control. Vuelvo a casa y Cristina sigue en silencio. Mi asombro me mantiene sumergido debajo de cualquier palabra. Otra vez Morrisey mientras preparo el mate y me tumbo en la hamaca y la imaginación se mezcla en la ansiedad del sueño.

VI

Todo se encuentra en el lugar preciso al entrar a la Casa-Estudio. Como sometido a un orden superior, se respeta cada línea del libro que entregué. Acción. Con goce intenso veo fluir una escena tras otra. Preparo gin tónic y veo manos, veo rostros, veo el juego que se inicia y no se detiene. Puedo observarlo todo, moldearlo todo, destruir cada cosa que se crea y formar mundos de belleza inigualable. De pronto mi ojo se detiene en la unidad que forman Marcelo y Cristina, ya no recreando sino creando algo que se me presenta ajeno. Son sus miradas, sus palabras, sus movimientos los que trazan eso que no podía ver, que se me ocultaba, eclipsado por la dirección que le imponía a la realidad. Otra vez el abismo, mis manos se disuelven, me veo caminando rumbo al mar y allí, tendido entre las piedras, estoy listo para el fin.

1 comentario:

  1. La verdad que nunca había leído detenidamente lo que escribís y ahora que lo hice me quedo de cara. Muy bueno viejo, saludos!

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